viernes, 4 de junio de 2010

A través de mis ojos


Mi mundo es diferente al de los demás. Caminamos por las mismas calles, compramos en las mismas tiendas, nos tiramos en los mismos parques, vemos los mismos coches, los mismos semáforos, los mismos árboles y la misma luna. Pero aún así, pese a no ser único (hecho del que estoy más que seguro), es distinto al de la gente normal.
En mi mundo la Luna siempre está llena, sea el día que sea. Los coches no tienen matrícula. Todas las luces son redondas, todos los límites son imprecisos. No existen los carteles, no existen las palabras, los periódicos son de un color gris uniforme desde el principio hasta el final. Todas las caras son la misma, los gatos se confunden con los perros, no hay moscas ni mosquitos. En mi mundo no existen las estrellas, pero no hace falta, porque cada pequeña luz estalla en una explosión y dibuja una filigrana parecida a los cristales de hielo que forman los copos de nieve. En mi mundo la Navidad es eterna, las calles están siempre engalanadas con luces preciosas que se funden entre ellas y dan lugar a chispazos de color rojo, amarillo y verde. Es un mundo deformado e impreciso. Es un mundo turbulento y nebuloso en el que es peligroso andar, y aun siendo precioso, a veces resulta agobiante.
Mi mundo no es un concepto, no es una idea, no es nada abstracto. Mi mundo es real, está ahí, lo veo cada día.
Mi mundo es el fruto de una enfermedad, de una mutación, es un mundo deformado por una retina deformada.